Por: Rev. Darío Silva–Silva. Fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, Iglesia Cristiana Integral.
“¿Quién es en definitiva Dios que se ha entregado a los hombres por medio de Jesús?” Virgilio Zea. «Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: — ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron: —Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas. —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro». Mateo 16:13-16.
Si uno hiciera un esfuerzo esencialista por comprimir la teología de Kart Barth, tendría que meter todo lo mucho y bueno que el pensador suizo-germano produjo, empezando por su voluminosa Dogmática, en este simple enunciado: Hay preguntas de Dios que reclaman respuestas del hombre. Más esencialista aún: Hay UNA pregunta de Dios que reclama UNA respuesta del hombre. Más preciso todavía: LA pregunta de Dios reclama LA respuesta del hombre.
Por desdicha, aunque la pregunta de Dios es una sola, el hombre le ha dado varias respuestas, y las varias respuestas generan continuamente nuevas preguntas en un interminable proceso dialéctico del hombre consigo mismo, no porque Dios haga muchas preguntas, sino porque el hombre le da muchas respuestas a la pregunta única de Dios.
El hombre posmoderno luce como un Hamlet en monólogo teatral, ambivalente, pendular, oscilante entre el ser y el no ser. Cuando cree estar interrogando a Dios, y cuando cree estar respondiéndole a Dios, en realidad solo está preguntándose y contestándose a sí mismo en un auto-cuestionario estéril que no resuelve nada, porque sus respuestas no tienen pregunta ni sus preguntas tienen respuesta. Uno nunca sabe preguntarse ni sabe responderse a sí mismo. El monólogo no resuelve nada.
De esta manera, el pobre hombre vive dentro de su íntimo círculo vicioso, como un corcho en un remolino, interrogándose y contestándose sobre sus propias ideas, sin entender que todo monólogo es un intento de diálogo con Dios. Si guardara silencio por un solo instante, escucharía la única pregunta: ¿Quién es Jesús para ti? Entonces, como Pedro, podría dar la única respuesta aceptable. “El Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Esa es la clave.
Ahora bien, si uno hiciera otro esfuerzo esencialista por encapsular la teología de Paul Tillich, reduciría lo mucho y bueno que el pensador germano-americano produjo a este simple enunciado: Hay preguntas del hombre que reclaman respuestas de Dios. Más esencialista aún: Hay UNA pregunta del hombre que reclama UNA respuesta de Dios. Más preciso todavía: LA pregunta del hombre reclama LA respuesta de Dios.
Terminemos esto en forma simple y directa: Jesucristo es la Gran Pregunta que Dios le hace al hombre y la Gran Respuesta que el hombre debe darle a Dios; por ser, al mismo tiempo, la Gran Respuesta de Dios a las varias preguntas del hombre que son todas una sola.