Por: Rev. Darío Silva–Silva, fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, Iglesia Cristiana Integral.
A través de Isaías, ese “niño que nace”, ese “hijo que se nos concede” es llamado por el Espíritu Santo, 700 años antes de su nacimiento en la tierra, “Príncipe de Paz”. Esa es, entonces, su propia definición; y la palabra hebrea que se utiliza para paz es shalom, que define la serenidad que nace directamente, que tiene sus raíces en el corazón de Dios. Por eso, algunos judíos mesiánicos lo llaman Jeshua Shalom, es decir, Jesús nuestra paz.
¿De qué manera cumple Jesucristo el encargo del Padre de ser “el príncipe de paz”? Es fácil observar en toda su trayectoria terrenal, desde su nacimiento, cruzando las etapas de su existencia, hasta llegar a la muerte y la resurrección, una característica esencial de su ministerio redentor: la paz. Intentemos un breve análisis: Hace alrededor de 2000 años, en una pequeña aldea del Medio Oriente, unos pastores se encuentran a la intemperie, cuidando sus ganados; y, de pronto, los rodea un resplandor de luz celeste y aparecen ante ellos unos seres que no son humanos sino -como dice ahora la “nueva era”- extraterrestres, a quienes los cristianos llamamos ángeles. (Ahora bien, los ángeles en realidad son extraterrestres, pues de la tierra no son). Pero evitemos tonterías y vamos directamente al texto bíblico: De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad. Lucas 2:13-14.
Queda, pues, absolutamente claro que la paz llega a la tierra por el nacimiento conmovedor de esta criatura en una sucia pesebrera de una miserable aldea, entre el vahoamoroso –instintivo quizás- de dos animales domésticos, la mula y el buey. El niño nace porque es hombre, el Hijo es dado o concedido porque preexiste, siendo Dios desde siempre; y el recién nacido es aquel a quien Isaías llamó proféticamente “Príncipe de paz”. Por eso, los ángeles de su propia corte celestial cantan un coro bien específico: “Paz en la tierra”.
La paz ha llegado a este insignificante planeta, porque la paz no es un concepto, ni una palabra, ni una entelequia intelectual: la paz es una persona que se llama Jesús de Nazaret; en Él y por Él, la paz misma se hace hombre y habita entre nosotros. Por eso, Él es Jeshua Shalom.
Foto: Emily Crawford – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons)