POR: Rev. Darío Silva -Silva
La humanidad de Dios es algo que sorprende y maravilla en el relato del Evangelio
Cristológico.
Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo.
Era cerca del mediodía. Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.
En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo:
-Dame un poco de agua. Juan 4:6-8.
Aquí tiene usted, en la persona de Jesús, las tres cosas que le suceden al que trabaja: se cansa, tiene sed y siente hambre. Si le sucedió a Jesús, es muy probable que nos pase también a nosotros. Jesús está haciendo una pausa para comer, beber y descansar. La hora del almuerzo debe ser un grato refrigerio. El Maestro invierte esa hora para hacer algo agradable, no para cargarse más con los problemas de la vida diaria. Aprovecha el lunch (almuerzo) para tener un impresionante diálogo con esta mujer y salvar su alma. Es un tiempo de relax espiritual durante el cual dialoga con ella muy cariñosamente, mientras los apóstoles van a la ciudad a traerle una hamburguesa samaritana.
Hoy vivimos afanados y turbados; no sabemos cómo manejar la llave preciosa del reposo por necia incomprensión de esta Palabra.
-Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.
Mateo 11:28-30.
Es muy normal que si trabajamos nos cansemos. ¿Cómo podríamos cansarnos sin trabajar? Existe el reposo porque existe el cansancio; y existe el cansancio porque existe el trabajo. Si no hubiera trabajo no habría cansancio; y, si no hubiera cansancio, no sería necesario el reposo. El que trabaja se cansa, y el que se cansa, reposa. Esa es la idea.
Entendamos: Jesús pasa todo el tiempo frente a nosotros con una cruz sobre los hombros y diciendo: “¿Tienes una carga?, ¿tienes un trabajo?, ¿no puedes reposar? Coloca todo eso encima de mí”. Es porque no descansamos en Él que no entendemos el reposo como principio capital del Reino de Dios.